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    TC y RM: claves en la evaluación del traumatismo craneoencefálico

    TC y RM: claves en la evaluación del traumatismo craneoencefálico

    El traumatismo craneoencefálico (TCE) es una de las principales causas de morbimortalidad entre la población joven y representa un desafío diagnóstico y terapéutico de gran relevancia. La imagen médica, especialmente la tomografía computarizada (TAC), y la resonancia magnética (RM), desempeña un papel esencial en todas las fases del abordaje clínico: desde la valoración inicial hasta la definición del pronóstico.

    El TAC, técnica de elección en la fase aguda

    En la fase aguda del TCE, el TAC continúa siendo la herramienta de referencia. Su uso está indicado en pacientes con puntuaciones bajas en la Escala de Coma de Glasgow, ya que permite detectar de forma rápida hemorragias intracraneales, fracturas de cráneo y signos de hipertensión intracraneal. Estos hallazgos resultan determinantes para decidir la necesidad de intervención quirúrgica o de medidas terapéuticas urgentes.
    En los casos más graves, la repetición del TAC en las primeras 48 horas es fundamental, ya que más de la mitad de los pacientes presentan cambios significativos que pueden modificar el manejo clínico.

    La RM, clave en el pronóstico y la fase subaguda

    La resonancia magnética complementa al TAC en la fase subaguda, especialmente cuando los hallazgos de este no explican la clínica del paciente. Su gran sensibilidad permite detectar lesiones que pasan desapercibidas en el TAC, como la lesión axonal difusa, contusiones pequeñas, lesiones no hemorrágicas o afectaciones del tronco cerebral.
    Gracias a esta capacidad, la RM aporta un valor pronóstico superior, ya que define con mayor exactitud la extensión y localización del daño cerebral, contribuyendo a personalizar el tratamiento y estimar la recuperación.

    Modelos de clasificación y pronóstico

    La combinación de las técnicas de imagen con modelos de clasificación basados en el TAC y en la RM permite una evaluación más completa. El TAC facilita la aplicación de sistemas pronósticos como Marshall o Rotterdam, que estiman el riesgo de hipertensión intracraneal y analizan factores como el desplazamiento de la línea media, las lesiones hemorrágicas y la afectación cisternal.
    Por su parte, la RM refuerza estas predicciones al aportar información precisa sobre la lesión axonal difusa y otras alteraciones no visibles en el TAC.

    Lesiones primarias y secundarias del TCE

    Entre las lesiones primarias detectadas mediante imagen destacan:

    • Hematomas epidurales, de origen arterial.

    • Hematomas subdurales, derivados de la rotura de venas puente.

    • Hemorragias subaracnoideas e intraventriculares, frecuentemente vinculadas a lesión axonal difusa.

    • Contusiones corticales, localizadas en lóbulos temporales, región perisilviana y zona orbitofrontal.

    • Lesión axonal difusa, asociada a alta morbimortalidad y mejor caracterizada con RM.

    Las lesiones del tronco cerebral, que incluyen contusiones, hemorragias petequiales y disrupciones pontomedulares, tienen gran valor pronóstico y son más visibles en resonancia.

    En cuanto a las lesiones secundarias, la imagen ayuda a identificar edema cerebral difuso, encefalopatía traumática crónica, lesiones isquémicas, hidrocefalia secundaria o hemorragias de Duret asociadas a herniaciones graves.

    Una visión integrada

    El TCE debe entenderse como un proceso dinámico que evoluciona en el tiempo. Por ello, la valoración integral mediante el TAC y la RM resulta imprescindible para un diagnóstico precoz, un manejo terapéutico adecuado y un pronóstico más ajustado.
    Los avances tecnológicos en resonancia están permitiendo una clasificación más detallada de la lesión axonal difusa, lo que abre la puerta a una mejor correlación entre los hallazgos de imagen y la evolución clínica de cada paciente.

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